“La abogacía es compleja, hay que entregar el alma para estudiarla con disciplina”, Carlos A. Gálvez, docente de la Escuela de Posgrados
El módulo Fundamento Constitucional del Derecho Penal -de la Especialización en Derecho Penal- de la Escuela de Posgrados de la Uniautónoma del Cauca es dictado por el doctor Carlos Augusto Gálvez Argote, abogado de la Universidad Gran Colombia de Bogotá y especializado en Derecho Penal y Ciencias Penitenciarias de la Universidad Nacional de Colombia.
Vino a Popayán por invitación de la Uniautónoma del Cauca, donde reconocen su talento en los cursos en Derecho Penal Constitucional, labor que ha venido dictando en los últimos años, pues le parece necesario que el estudio científico del Derecho Penal continúe y no decaiga, ya que pareciera ser que con la incursión en el nuevo Sistema Penal Acusatorio se tiende a dejar de lado, bajo el supuesto de que ahí priman los hechos.
En su clase, junto a los estudiantes, tratan de encontrar y establecer los sustentos constitucionales del Derecho Penal, entendido éste no sólo como ley penal sino como ciencia penal, estudio que pareciera tenerse como relativamente nuevo por cuanto se ha agudizado desde la expedición de la Constitución de 1991. Sin embargo, “es muy importante -dice- tener en cuenta que en nuestro País esa inquietud de fundamentar el estudio del Derecho Penal en la Constitución es muy antigua, y que se pasó durante muchos años sin detenerse en ella, sin caerse en cuenta que hacia finales del siglo XIX , en 1897, el expresidente de la República y connotado profesor y tratadista de Derecho Penal y de Derecho Constitucional, don José Vicente Concha, ya había observado que el Derecho Penal tenía que estudiarse con fundamento constitucional, pero realmente su consideración nunca tuvo la relevancia que debió tener, y fue necesario que pasaran muchos años para que de alguna forma se volviera a estudiar esta relación, esta vez, por el maestro caucano Luis Carlos Pérez en su Tratado de Derecho Penal, aunque apenas fue como una observación que volvió a la decadencia, siendo en estos últimos años que se ha vuelto a estudiar la fuente constitucional del Derecho Penal”.
El profesor Gálvez está convencido de que para estudiar abogacía es necesario tener vocación, querer la profesión y fortalecer la inquietud inicial que tenga el muchacho en el transcurso de la carrera: “en ese intervalo los profesores juegan un papel muy importante, cuando además de brindarle los necesarios conocimientos técnicos y científicos del saber penal, y del Derecho en general, deben hacerle coger cariño al estudiante por la profesión, haciéndole entender que la abogacía no se remite al aprendizaje de unos conocimientos, casi técnicos, para poder resolver un problema jurídico, sino que es una ciencia difícil, compleja, que exige entregar del alma para estudiarla, con disciplina y ética, haciéndoles comprender, que antes del dinero está la libertad de las personas, y en general, la defensa de los intereses que se le han confiado para su defensa, buscando siempre justicia”.
El profesor Carlos Augusto cumple este año 40 años de ser docente y celebra haber dictado clases de Derecho Penal en diversas instituciones educativas de Colombia y de otros países del mundo, siendo consciente de su dificultad teórica y práctica, recordando al gran filósofo del Derecho Penal, el jurista alemán Gustav Radbruch, cuando al considerar las múltiples críticas que se le hacían al Derecho Penal, en cuando a sus resultados, se respondía que efectivamente el Derecho Penal no había servido para nada, pero que mientras no se inventaran algo distinto o mejor, deberíamos seguir estudiándolo.
“En Colombia -continúa el profesor Gálvez-, en los últimos años, se ha evolucionado en el estudio del Derecho Penal y entre nosotros es indudable el progreso de nuestros jóvenes en la profundización de esta ciencia, acudiendo a los más importantes centros de estudio europeos, debiéndose reconocer, igualmente, el esfuerzo que en ese sentido hacen nuestras propias instituciones académicas, pero desde luego hay que reconocer que, como en todas las profesiones, hay gente buena y hay gente mala. Ahora, la deshonestidad en la abogacía es indudable, llegándose, infortunadamente, hasta actos de corrupción en la judicatura; y, lo que es más grave, es que esta ha aparecido en la más alta corporación de la administración de justicia en Colombia, y eso nos crea tristeza a los que con pasión hemos dedicado toda la vida al Derecho, con rigor, ética y disciplina, y en casos como el mío, que orgullosamente después de 31 años en la judicatura hasta ser Magistrado de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, no queremos ni siquiera admitir que esa corrupción haya llegado hasta allá. Pero esto también es un reto estudiantil, hay que hacerles caer en cuenta a los universitarios que de esto no se trata la profesión, que si se ha estudiado Derecho para conseguir plata es mejor declinar de ello”.
El cariño que le tiene al Derecho Penal le hace insistir en que su estudio debe ser permanente y que eso hay que infundírselo a los estudiantes, que esto no es sólo el estudio de unos artículos del Código Penal y unas técnicas para defender y acusar, como ahora se trata de predicar frente al sistema acusatorio, sino que deben llegar a ser juristas, hombres cultos, adentrándose a la filosofía, a la historia y a todos aquellos saberes jurídicos y extrajurídicos, imprescindibles para avanzar del estudio de la ley penal al estudio del Derecho Penal, motivándolos para ello, a que además del Código Penal es necesario que desde estudiantes empiecen a hacer su propia biblioteca, que amen lo libros y que tengan claro que el Derecho Penal es una ciencia, un saber y no una simple técnica, ni un medio, que desconociendo la ética los proyecte en un obscuro camino para en cualquier forma hacer fortuna. Ese no es el Derecho. Y concluye: “en mi caso todo se lo debo a los libros”.